Autor: Gonzalo Martínez de Miguel (Director General de INFOVA)
Artículo publicado en Capital Humano en Junio de 2009
La Película de Woody Allen, Match Point, comienza afirmando que la vida es más importante tener buena suerte que tener talento; una vez que la pelota, en un partido de tenis, golpea la cinta de la red, puede caer de un lado o del otro: si cae de tu lado pierdes, si cae del otro ganas. Los jugadores no pueden hacer nada salvo esperar. Así pues ¿quién prospera en la empresa, el que tiene talento o el que tiene suerte? ¿No es más cierto que para tener suerte se exige antes tener el talento de crear las oportunidades?
Creer que los resultados que obtenemos dependen en gran medida de la suerte, va en contra de los principios básicos de gestión en los que creo. Antes de empezar, vamos a definir los límites del campo de juego. A qué nos referimos con “talento” y a qué con “suerte”.
Quiero definir el talento como la capacidad de una persona para crear posibilidades de éxito para él, a partir de su realidad. Por éxito, me refiero al hecho de tener mucho de lo que uno quiere. De forma que si quiero dinero, reconocimiento público y poder, y lo tengo, tengo éxito en lo que quiero; y si quiero tiempo libre, una vida tranquila y serenidad, y lo tengo, tengo éxito en lo que quiero. Ominen los demás lo que opinen de lo que tengo.
La suerte es aquello que nos sucede sin que seamos la causa determinante, voluntaria o involuntaria para que haya sucedido. Según el diccionario es un azar, una casualidad. A partir de aquí, si lo que nos sucede es a favor nuestro lo llamamos de buena suerte y es en contra de nuestros deseos lo llamamos mala suerte…
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Artículo publicado en Capital Humano en Junio de 2009
La Película de Woody Allen, Match Point, comienza afirmando que la vida es más importante tener buena suerte que tener talento; una vez que la pelota, en un partido de tenis, golpea la cinta de la red, puede caer de un lado o del otro: si cae de tu lado pierdes, si cae del otro ganas. Los jugadores no pueden hacer nada salvo esperar. Así pues ¿quién prospera en la empresa, el que tiene talento o el que tiene suerte? ¿No es más cierto que para tener suerte se exige antes tener el talento de crear las oportunidades?
Creer que los resultados que obtenemos dependen en gran medida de la suerte, va en contra de los principios básicos de gestión en los que creo. Antes de empezar, vamos a definir los límites del campo de juego. A qué nos referimos con “talento” y a qué con “suerte”.
Quiero definir el talento como la capacidad de una persona para crear posibilidades de éxito para él, a partir de su realidad. Por éxito, me refiero al hecho de tener mucho de lo que uno quiere. De forma que si quiero dinero, reconocimiento público y poder, y lo tengo, tengo éxito en lo que quiero; y si quiero tiempo libre, una vida tranquila y serenidad, y lo tengo, tengo éxito en lo que quiero. Ominen los demás lo que opinen de lo que tengo.
La suerte es aquello que nos sucede sin que seamos la causa determinante, voluntaria o involuntaria para que haya sucedido. Según el diccionario es un azar, una casualidad. A partir de aquí, si lo que nos sucede es a favor nuestro lo llamamos de buena suerte y es en contra de nuestros deseos lo llamamos mala suerte…
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